Todo está junto, pegado; y a la vez separado y equidistante. Vuelvo a pensar en lo que dejo y en lo que tomo, a dibujar ciudades perdidas y horizontes paralelos. Los sonidos se evaporan, las letras bailan, el aliento se desvanece… La alquimia del tiempo que embotella la libertad y pinta de sur los colores del viento. Todo vuelve a estar ahí, como una lágrima en la mejilla, como el blanco de una vela zarandeada por la brisa. Y una vez más todo lo que parecía que nunca llegaría o que tardaría una eternidad en hacerlo, vuelve a estrellarse contra mis ojos y se incendia como un papel ajado. Los kilómetros pasaron, y con ellos esa distancia que recorría sueños y sensaciones a partes iguales. Será la última carrera de este año… ¿última? Después a recuperar ese tobillo y ese cansancio que desde la trinchera de la ignorancia, apareció silencioso. Ha sido un año duro, primero Atacama y después el Trail Sur de Menorca, y todo se acumula. El domingo estaré ahí, sobre el volcán dormido que ha vuelto a erupcionar. Estaré ahí, en el Etna.