Hay días de abismos, y guerras de castañas inundándome el pecho. Paredes donde se escriben palabras con todos los futuros posibles. Sensaciones que colapsan el equilibrio y mañanas donde te dejas aventar por hojas de robles insurrectos.
Tercer microciclo, el más duro y la vez en el que mejor me he sentido. El entrenamiento del lunes, un 2X25’ simplemente de esos donde ni las palabras llenas de variedades cromáticas podrían expresar los cientos, los miles de sentimientos. Por este tipo de cosas merece la pena atarse las zapatillas y salir. El miércoles 20km a 4’15’’ y el viernes un Fartleck salvaje de 1h30’ Pero el mejor día, ese en el que la carne y la metralla de sudor se conectaron en una explosión de calma, fue el del sábado… Esas diez series a toda castaña, rozando la máxima zona de pulsaciones. Entre Robles desgastados y hojas cobrizas. Entre viento huracanado e intactas setas arremolinadas en el camino. Respirar, imaginar qué olor corresponde a tanta grandeza, qué misterio encierra el susurro del viento. Qué recuerdos pasajeros dirigen mi mirada hacia el cielo, en un lugar de Galicia, Friol, de cuyo nombre sí quiero acordarme.