Pensamos como si colgáramos del cielo el sentido de lo que estamos haciendo. Como si quisiéramos exprimir las gotas de lo expuesto aprisionando entre las manos los supuestos, y aún así, los límites de la coherencia se verán afectados por el tiempo, por nuestra fragilidad y por nuestras incertidumbres.
Creemos sabiendo que nunca dejaremos de creer, de aferrarnos a nuestros deseos como si fueran nuestra única religión. Creemos porque pensamos que podemos hacerlo, porque los límites del infinito son incoherentes. Creemos como si entre los dedos tuviéramos los hilos que dirigen la marioneta de nuestros sueños.
Soñamos… Soñamos como si ninguna rendija perturbara nuestra imaginación, como si buceáramos en una felicidad sin resquicios que sujeta con fragilidad las ilusiones más insensatas que se atan a nuestra locura. Como si fuéramos a romper la medianoche. Como si fuéramos susurros al viento o párpados de pestañas desflecadas, que después de batirse en duelo con el viento, no se resignan al estatismo sin un impulso más. Soñamos digiriendo el hierro de nuestra sangre y el calcio de nuestros huesos. Preferimos los labios a imaginarlos, los besos a pronunciarlos, vivir a que nos lo cuenten; porque en el marasmo de la cordura, nos agarramos al poder de los sentidos, al olor de sal envejecida, de fuego recién prendido que friega la hediondez del dolor; y buscamos los sueños como el dedo busca el anillo o el pecho la camisa, como el musgo busca la piedra o las pisadas su sendero, seguros de que en ellos encontraremos nuevos capítulos que engrosarán el sentido de nuestra vida.
Sería inútil, a la par que aburrido, hacer un inventario de lo sucedido porque desde el mismo instante en que llegué allí, el tiempo quedó abolido, al igual que intangibles las visiones, para fundirse en una amalgama de ahítas sensaciones. Esta vez ha sido la más próxima que he estado a tocar el universo con las manos, su cielo, sus estrellas… Esta vez bebí con codicia cada segundo vivido, cada imagen proyectada, cada sonido escarbado. Y en cada respiración que oxida lentamente a los humanos, fui feliz.
Gracias Antonio por tu humildad y serenidad, pero sobretodo por tus montaditos de queso.
Beatriz, tu experiencia y tu ilusión siempre estarán a mi lado. Carlos, Admirable en tu competitividad y saber estar, gracias por ello. Gracias Bea por tus sonrisas, tu ejemplo y tus gominolas, pero gracias por tus ilusiones, ellas pesaban infinitamente más que tu mochila, pero fueron más fáciles de lleva.
¡Qué decir de Francisco! El espíritu, la entrega, el padre de todo y de todos… Gracias por tus “good morning Atacama”, por tus consejos, tus vivencias, tus historias siempre ilusionantes.
Mauricio, ¿o debería llamarte Marcelo? Tu compañía fue un tesoro desenterrado sin mapa. Gracias por estar a mi lado, por soportar mis gritos en la tienda médica y por estar a mi lado en uno de los momentos más difíciles de la carrera para mi.
Gracias, gracias, gracias, Peter
… No sé si tu mujer te ha “soportado” durante veintiseis horas seguidas, pero yo sí, y me consta tu afabilidad y tu paciencia. Gracias por ser mis pasos y mi guía, y la compañía imprescindible. Gracias Beni, la humanidad contigo puede respirar tranquila. Gracias por ser como eres, ojalá pudiera decir lo mismo del 1% de la humanidad. Eitan, tu sonrisa, felicidad y humor, fueron la argamasan con la que se construyó el buen ambiente de la famosa tienda 12, y por lo que te estaré eternamente agradecido. Juntos todos me hicísteis feliz, infinitas gracias por ello.
Gracias a todos los que me dejásteis un mensaje en esos momentos tan jodidos, ¡pero eso no teníais porqué saberlo! A Syl, el 50% de Trail à Porter. Oliveira por el material y los chicos de “machotes” por su alegría, incluido Julian. Al Cuco y mi Madrina, así como a Miguel y Alicia por ser amigos con mayúsculas. Gracias a Joserra. A veces pienso que eres como Dios, que haces un click y pones todo a girar… sin ti el camino hubiera sido más duro y aburrido. Gracias a Pablo por hacer que cada día descubra en ti algo que me ilusione. Gracias a ti Teresa por estar a mi lado y darme la mano en los momentos felices y en los complicados. Seguiremos recorriendo el camino juntos como una aventura más. Gracias a mi madre por su lucha, pero sobretodo por hacerme alguien especial.
Papá, tu no estás en el cielo, estás en todos los sitios, en mis pensamientos, en mis manos, en mi piel y eso te hace estar vivo en mi, espero no defraudarte nunca.
La historia se escribe con las vivencias, y me gusta mi historia.